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SANTIAGO DE CUBA DESPUES DEL ASALTO 55 AÑOS ATRÁS

SANTIAGO DE CUBA DESPUES DEL ASALTO 55 AÑOS ATRÁS Por Joel Lachataignerais Popa
jlpopa@enet.cu


La inesperada llamada de una experimentada profesora de Secundaria Básica ya jubilada, provocó un cambio de la idea de escribir algún tema sobre el 26 de Julio.
Esther Rivas, es una muy recordada figura de la pedagogía cubana en la ciudad de Las Tunas. Suman cientos de personas las que durante muchos años aprendieron de ella o la conocieron como directora de la emblemática Escuela Secundaria Básica “Cucalambé”, nominada así en honor al poeta bucólico más reconocido de Cuba, el tunero Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo (1.7.1829 / 1862?). Aquella fue una de las primeras escuelas creadas por la revolución en territorio e la ciudad de Las Tunas.
“Acabo de ver por la televisión un documental sobre los sucesos del 26 de Julio y su repercusión y me acordé de usted, por eso busqué su teléfono para comentarle que siempre recuerdo a su tío Gustavo Lachataignerais Crombet, quién era vecino de nuestra familia en Santiago de Cuba, donde vivíamos en la calle I del Reparto Sueño”.
“El recuerdo viene porque aquél 26 de Julio su tío, que era un periodista muy activo del Diario de Cuba, de Santiago, era además, una gente que leía mucho y estaba siempre al día, fue la persona que nos dijo lo que había sucedido la noche anterior, pues mis padres comentaban aquello esquivándonos a nosotros, que éramos jóvenes y estaban deseosos de saber y curiosos”.
La profesora Rivas recuerda que en el amanecer del 27 de Julio de 1953 en Santiago la guardia rural vino en apoyo el Ejercito y “fueron ellos los que llegaron a la casa de sui tío Gustavo Lachataignerais Crombet, tocaron varias veces a la puerta de la casa, hasta que a culatazos la derribaron. Buscaban a su tío, pero no lo encontraron”.
“ Mi padre, recuerdo bien, que le alertó temprano a la esposa – Nena, le decían – de que recogieran todo y lo desaparecieran, no sé que serían, pero advertía eso y que Gustavo se fuera de la casa”.
Así Nena – que era una mujer muy valiente - nos pidió a nosotros, los más jovenes de mi casa, que le ayudáramos. Y en el fondo de la casa había un cuartito donde guardaban alimentos, era una especie de almacencito, allí estaban muchos racimos de plátanos y las cosas que nos dieron las colocamos debajo de todos aquellos racimos y cuando vinieron no encontraron nada allí.
Pero nosotros escuchamos bien todo el estruendo que armaron los guardias golpeando y rompiendo. ¡Le destruyeron toda la casa a tu tío; Una cámara que tenía se la destruyeron toda, y luego hicieron algo parecido en la nuestra, eran registros uno detrás del otro. Era porque creían que mi padre y Gustavo - su tío tenían algo que ver con aquello o sabían algo. Porque su tío era periodista de aquel periódico santiaguero muy conocido: El Diario de Cuba.
Recuerdo también que ese día, el 27, por frente a la casa pasaron varios camiones cargados de gente rumbo al estadium y más tarde comenzamos a escuchar tiros, descargas, fuego de ametralladoras, dijimos nosotros, dije yo, precisamente, y mi padre decía no son fuegos artificiales del carnaval, pero despues identificó y dijo que eran disparos”.
Su tío llegó y le dijo a mi mamá y a mi papá que no nos dejara sentar en la puerta de la casa, porque corríamos peligro.
Entonces , mi hermana y yo fuimos hasta cerca del cuartel, como éramos muchachos y estábamos como en nada, nos dejaron pasar: lo vimos todo: Las paredes con huecos por las balas, llenas de sangre, las huellas de que se había arrastrado los hombres porque lo marcaban las manchas de sangre y vimos para la casa a contarlo”.
Pero había una gran confusión muchos decían que era que lo guardias se habían fajado entre sí, que un grupo de soldados se habían insubordinado y muchas cosas más, pero ts tío vino a mi casa y le contó a mis padres, cosa que yo pudo oír bien, ‘se trata de un hombre llamado Fidel Castro, del Partido Ortodoxo, que vino con un grupo de hombres armados para tomar el Cuartel Moncada’, y así supimos lo que había pasado realmente, aunque fuera una noticia a medias.
Pero era fuerte censura y un estado de sitio, toque de queda, que no permitía estar en las calles.
Poco despues, pasaron los guardias y su tío nos volvió a advertir.
Pero él, Gustavo, tuvo que irse inmediatamente de allí, porque lo buscaban mucho, a menudo lo estaban buscando. Y se mudó de lugar, no recuerdo adonde.
Mira, una cosa que recuerdo es que uno de aquellos días, despues de lo sucedido, él nos decía que tenía que escribir algo sobre aquello, pero había una censura férrea, y nos trajo, a ni padre, un texto que había escrito donde de modo indirecto, como entre líneas, describió aquello. No pasó nada con el escrito, pasó en el periódico, y se difundió aquello en Diario de Cuba, pero no se dieron por enterado los guardias.
El era muy valiente.
Despues cuando lo del Juicio de Fidel, fue igual, también nos enteramos por él.
Otro recuerdo era que él se sentaba con nosotras en la puerta de la casa, como eran casas unidas una con la otra, como hay tantas en Santiago, y allí en la calle I de Sueño, pues se sentaba y me decía:
-¿Cómo tu miras las calles?
- Las miro de arriba abajo, le dije.
- Entonces me dijo: “A las calles hay que mirarlas profundamente, detrás de los muros, porque cada muro e calle tiene u historia. No mires a las gentes la cara nada más, miralos en el fondo de sus rostros, porque nuca sabes cual de esas gentes va a ser historia o es historia. Despues sentí que lo decía por Frank, que deba clases allí cerca, donde yo misma fui alumna, y el pasaba muchas veces por allí...”

Otros recuerdos del terror

Esther Rivas rememora el entierro de las víctimas del Moncada.
Fuimos a la calle Martí, mis padres y nosotros. En camiones metidos en cajas de tablas rústicas y entongadas una sobre otra, llevaron a los muchachos hasta el cementerio. El pueblo en silencio rindió el homenaje. Pero fíjate si estaban asustados y acobardados, que cuando iban pasando por donde estabamos nosotros, uno o dos kioscos de aquello del carnaval se derrumbaron, no se si fue que uno e los carros lo rozó y cayeron, lo cierto es que aquel cortejo se detuvo, hubo algunos disparos al aire y los guardias aquellos miraban a todos los lugares con los ojos abiertos asustados, acobardados...
Mi mamá que estaba en la parte mas baja de la calle, en la acera subió corriendo casi no recuerdo cómo... Ella, la pobre, enfermó de los nervios despues de aquellos acontecimientos.
Mira, cerca de la casa, en la calle Segunda, vivía un asesino de aquellos, el Capitán Tanduque, que amenazaba todos los días y vino hasta cerca de la casa con sus groserías. El día aquel, se paró en la bocacalle de nuestra casa, y gritó a viva voz: “De ahora en lo adelante el que me saque la pata, ser la voy a arrancar”.

Su tío, Gustavo Lachataignerais Crombet, repito tuvo que mudarse, pero dos o tres meses después nosotros volvimos para La Habana también, y nos mudamos para la calle San Felix, cerca de donde vivía Tania Castellanos, donde vivimos también la persecución sobre Lázaro Peña.
El caso es que despues del 26, Santiago se convirtió en un lugar difícil para vivir y tuvimos que retornar a La Habana.

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