UN PEDACITO PARA TI
Por: Joel Lachataignerais POPA Cuando el Cuarteto D’ Aida rompía corazones, entre aquellas cuatro voces se distinguía con fuerza y rubor, la voz de Omara Portuhondo. Se matizaban con alta distinción Elena Burke, Moraima Secada y Teresa García Caturla. Donde irrumpían, hacían una particularidad noticiosa. Eran prácticamente únicas. Fue el triunfo de la Revolución el momento en que se hicieron más artistas del pueblo que antes. Si porque es innegable que desde que yo tenía edad de andar con pantalones cortos y que no había televisión en las casas – eso empezó cuando ya alcanzaba quince años y no en todas las casas - entonces ya eran famosas y muy conocidas. Las escuchábamos alternando con Benny Moré, Rolando Lasserie, Gina León, Meme Solís y su cuarteto, Pacho Alonso y la gran Orquesta Aragón entre otros muy buenos. Pero los espectáculos inaugurales del Carnaval de cada ciudad y hasta los pueblitos más lejanos del país, tuvieron alguna vez la presencia de aquellas cuatro mujeres de oro. A mi me gustaba aquella tempestad de Teresa, cuando en un fogoso número de título altamente bailable, saltaba con sus pasillos populares y micrófono en mano repitiendo ‘que yo me llamo Teresa’, y las demás –con Omara al frente - le tiraban un coro que decía casi siempre ‘Gózalo mulata, gózalo’ y todos los que estábamos en el sitio aquel carnavalesco, bayamés, santiaguero, manzanillero, tunero, cubano: donde fuera, repetíamos el coro y rompíamos zapatos, y escribíamos páginas para el recuerdo, que hoy son glorias individuales, colectivas, populares, de la razón nacional. Después aquellas se separaron. Le comenzaron a rendir tributo a Aida, como solistas, cuando aquella no pudo seguir en el grupo dirigiéndolas y la muerte indicó un camino diferente. Y el tiempo pasó. Y Omara escribió páginas. Hasta que su figura universal paseó los escenarios insospechados y se repitió a sí misma, como representación identitaria cubana integrando el ‘Buena Vista Social Club’. A ella la grandeza la toca una y otra vez en reconocimientos nacionales e internacionales. Los grandes así son. Un día, otra vez de nuevo, varias veces la profesionalidad le aguarda la propuesta de un premio: esa embajadora de la cultura cubana, sencilla y noble… su voz acaricia la cima. Su voz, su musicalidad, la calidad humana que lleva dentro, son de alta competitividad. No en balde ha sido parte del grupo excepcional de cubanos que han sido nominados varias veces para recibir en los Estados Unidos de Norteamérica el premio Grammy Latino: pero no. Los cubanos no pueden ser gratificados allí. Las Vegas, como otros tantos sitios del ‘norte’ están vedados para los cubanos. El gobierno de allí los ha vedado. Existe un incómodo, incomprensible y ridículo documento que lleva ya casi medio siglo impidiendo reconocer la cultura, torpedeando las relaciones humanas entre cubanos y norteamericanos. Injustificadamente el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, dificulta hasta esto: recibir un premio. Pero esta sería la primera vez que las puertas de Las Vegas se abrieron. La gran Omara pudo ir esta vez a demostrar que no hay razón para impedirlo. Pudo ir, para demostrar por qué una abrumadora mayoría de los integrantes de la Organización de Naciones Unidas, votó el 28 de octubre contra el bloqueo, y contra todas las decisiones norteamericanas contra el pueblo de Cuba. Fue el premio Grammy a su disco Gracias, el mismo que en mayo de este año recibió el Gran Premio de la Feria Internacional Cubadisco 2009; y fue una loa gigantesca junto al disco del excelso pianista Chucho Valdés, grabado con su padre, que sentenciaron una verdad impresionante en el título del premiado: Juntos para siempre: así quedarán ellos dos y la gran Omara en esta historia breve de premiaciones: unidos eternamente en la primera vez, que puede repetirse muchas más ocasiones: Ojala sea. Y allí brilló. Como ha brillado siempre. Por eso su penetrante voz pletorica de pasiones cantó con breves palabras salidas del corazón, - así como me ha llegado desde que llevaba pantalones cortos como una carga señorial de sentimientos -, y criticó ‘…estaríamos mejor sin el bloqueo…’, y más aun cuando dijo que su premio lo podría compartir ‘entre todos, un pedacito para cada uno’. Es por eso que, recordando todas las veces que nos encontramos consciente o inconscientemente, en una de las entrevistas que pudimos hacerle en algún carnaval, o en un encuentro festivo del sindicato o la ‘Unión’ de los periodistas, traslado un abrazo de pueblo expresado en un mensaje sencillo y modesto: ‘ Felicidades: Omara, UN PEDACITO PARA TI”.
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