EL OCHO DE ENERO DE 1959 FIDEL CASTRO RUZ MARCO LAS PAUTAS DE CUBA
Por: Joel Lachataignerais Popa
joecklouis@gmail.com
El único televisor que había cerca de mi casa en una dimensión de tres a cuatro manzanas de la entonces ciudad de Bayamo, en el Oriente Cubano, estaba en la casa del carnicero de la zona, Eliades, cuyo puesto de venta estaba a la disposición de mi familia, y era donde podíamos comprar con ciertas facilidades.
Había otro pero estaba más lejos. El dueño era un señor que había sido alumno de mi papá, de apellido Larramendi y, como Eliades, lo había ofrecido de modo que aprovechábamos a veces para acudir a ver algunas cosas.
También había otro, algo distante. Este pertenecía a la suegra de Alberto García Meriño, quien fungía como Secretario General del Partido Socialista Popular en Bayamo, y su señora había también invitado a que pudiéramos ir a la casa de su mamá, con el objetivo de ver televisión. Este último sitio lo empleábamos en las noches, cuando Eliades no tenía el aparato.
Aquella noche de Enero 8 de 1959, todos los receptores de televisión posibles, no daban abasto para el público que se reunió en torno a las pantallas algo lloviznosas por la baja calidad y señal en blanco y negro.
Todos fuimos a ver la llegada de Fidel a La Habana. Los niños nos sentamos en el piso y fuimos conminados a guardar silencio. No obstante eran los mayores los que hablaban: tal era el regocijo que no pudieron ser mucho más disciplinados.
Primero vimos imágenes de la Caravana avanzando por diferentes partes de La Habana, hasta alcanzar las calles 23, L, y la afamada Quinta Avenida...eran lugares que aún, yo no conocía. Finalmente allí, el lugar escogido para proclamar la victoria, resultó el mismo sitio en que Batista profanó la vergüenza, la soberanía, la libertad del pueblo: El entonces Campamento de Columbia, y que pronto cambió su rostro represivo por una imagen de futuro al convertirse en uno de los primeros enclaves militares cubanos que dejaron de ser cuarteles para funcionar como escuelas.
Era un mar de gentes detrás de camiones, tanques, Jeeps decapotados, automóviles, motocicletas, y sobre ellos los hombres de la victoria.
El rostro del pueblo por primera vez era el actor gigante y masivo de un programa de televisión: eran aquellos hombres barbudos, melenudos, con sus uniformes rústicos a veces, las armas levantadas sobre los hombros, las miradas firmes, serenas, rostros alegres, iluminados por el momento y por la plasticidad de la Historia, aparecían elevados por un mar de personas.
Estaban algunas de las nuevas personalidades de aquellas que ya conocíamos. Algunos los vimos en Bohemia, en páginas abiertas antes del triunfo y en la edición especial que la revista más antigua de Cuba dedicó a la alegría popular en sus primeras páginas libres. También habíamos visto ya sus fotos en el Periódico Revolución y en Sierra Maestra, editados en Santiago de Cuba primero y luego en La Habana.
La proa era un jeep. Iban un grupo numerosos de hombres. Allí estaban Camilo Cienfuegos y Fidel, saludando constantemente.
La marcha iba a veces lenta; una parada para saludar, para dar la mano, para levantar en hombros una niña; pero enseguida, el avance, hasta llegar al Campamento de Columbia, donde la noche esperó por las palabras de Fidel. Y con la noche: el pueblo: una parte allí, la otra frente a los aparatos de radio y de televisión.
Fue un discurso premonitorio. Una visión de largo alcance que aún conservo en mi memoria, frases de aquella pieza se me grabaron eternamente, como el llamado realizado a la unidad y a la huelga general unos días antes. La ética, la sencillez, el humanismo revolucionario, el compromiso moral respaldaban aquellas palaabras.
Yo recuerdo aquella advertencia en la cual expresaba que no debíamos engañarnos en creer que a partir de entonces todo podría ser más fácil.
He releído ese discurso. Es de mucho interés y mantiene actualidad y proyección.
Algunas ideas expresan cómo desde aquel instante. Fidel Castro definió argumentos y conceptos que han caracterizado a la Revolución y a su ejercito triunfante. La verdad esgrimida como arma; la ética, la lealtad, la unidad, fueron temas del discurso.
El concepto de pueblo, empleado por Fidel en su alegato de autodefensa La Historia me absolverá, el de unidad de ideales y de la Cultura; la hermandad que estaba naciendo:
Creo que el pueblo esté de acuerdo en que hable claro, porque haber luchado como he luchado por los derechos de cada ciudadano, me otorga aunque sea el derecho a decir la verdad en voz alta (APLAUSOS). Y, además, porque estando de por medio los intereses de la patria, no transijo absolutamente con la menor contemporización con los riesgos que puedan sobrevenir a la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Y ampliando el concepto que va definiendo..
Yo, que tengo fe en el pueblo, y lo he demostrado, y sé lo que puede el pueblo, y creo que lo he demostrado, les digo que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar nunca más un tiro en este país (APLAUSOS). Porque la opinión pública tiene una fuerza extraordinaria y tiene una influencia extraordinaria, sobre todo cuando no hay dictadura.
Es este el instante en que surge momento más recordado por todos, eternizado por la fusión fidelidad lealtad, que se simbolizan desde ese día:
En la época de dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo, y los fusiles se tienen que doblegar y arrodillar ante la opinión pública (APLAUSOS). ¿Voy bien, Camilo? (EXCLAMACIONES DE: ¡Viva Camilo!)
Las palomas ya habían sobrevolado coqueteando con el ambiente y aquella que se instaló en el hombro de Fidel como para ratificar el diálogo breve de la pregunta, la respuesta de Camilo Vas bien Fidel, y sus miradas, y el bullicio del pueblo. Entonces, prosiguió hablando desde la confianza que no ha perdido en las grandes muchedumbres:
Le hablo al pueblo en esta forma porque siempre me ha gustado prever, y creo que hablándole previsoramente al pueblo la Revolución puede evitar los únicos peligros que le quedan por delante; y yo les diré que no son tan grandes, pero sí quisiera que para que la Revolución se consolidara, no hubiera que derramar una sola gota más de sangre cubana (APLAUSOS).
Y para aquellos que nos acusan de terroristas, y que particularmente califican a Fidel con tal término, es muy bueno que analicen estas frase, en su primera intervención pública en La Habana,ideas que dejaban sentadas una política a seguir:
. Lo antes posible tienen que marcharse los fusiles de las calles y desaparecer los fusiles de las calles (APLAUSOS). Porque ya no hay enemigo enfrente, porque ya no hay que pelear contra nadie; y si algún día hay que pelear contra un enemigo extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán cuatro gatos, peleará el pueblo entero (APLAUSOS PROLONGADOS).
La seguridad del Proyecto Cuba quedó expresada aquel 8 de enero de 1959 en las siguientes palabras: Y yo les aseguro que si hoy sale uno de Cuba y regresa dentro de dos años, no va a conocer esta República.
Quienes salieron definitivamente, o los que por alguna eventualidad lo han hecho, inclusive los que se sintieron arrastrados por los traidores y pudieron volver, pueden testimoniar sobre las diferencias que la Revolución imprimió en el país.
Y se consolidó en la ratificación de la confianza:
Veo un extraordinario espíritu de colaboración en todo el pueblo, veo a la prensa, a los periodistas, a todos los sectores del país, deseosos de ayudar, y eso es lo que hace falta. Y es que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y en estos siete años ha aprendido por setenta. Se dijo que el golpe de Estado había sido un retraso de veinticinco años; si fue así y aquello era de verdad un retraso de veinticinco años, ahora hemos dado un avance de cincuenta. La República está desconocida: nada de politiquería, nada de vicio, nada de juego, nada de robo. Hemos empezado hace unos días, y ya está casi desconocida la República.
Fidel volvía a la carga y ratificaba en los minutos finales que : ... nadie vaya a creer que las cosas se van a resolver de la noche a la mañana. La guerra no se ganó en un día, ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la Revolución tampoco se ganará en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en un día.
Fidel concluía su discurso del 8 de enero de 1959 con una afirmación que es una reflexión permanente de su ética y pensamiento: ...¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
Salimos del local donde lo mirábamos aún sorprendidos. La pantalla seguía llena de público. Allí veíamos a Camilo, a Almeida, al Che, a Celia, a Violeta Casals... La foto, famosa, es elocuente.
Los alrededores de las pocas casas que tenían televisores, también eran un mar de pueblo. Había pasado la una de la madrugada y aquel 8 de enero, que marcó la pauta, entraba en la Historia.
Mi memoria así lo grababa.
joecklouis@gmail.com
El único televisor que había cerca de mi casa en una dimensión de tres a cuatro manzanas de la entonces ciudad de Bayamo, en el Oriente Cubano, estaba en la casa del carnicero de la zona, Eliades, cuyo puesto de venta estaba a la disposición de mi familia, y era donde podíamos comprar con ciertas facilidades.
Había otro pero estaba más lejos. El dueño era un señor que había sido alumno de mi papá, de apellido Larramendi y, como Eliades, lo había ofrecido de modo que aprovechábamos a veces para acudir a ver algunas cosas.
También había otro, algo distante. Este pertenecía a la suegra de Alberto García Meriño, quien fungía como Secretario General del Partido Socialista Popular en Bayamo, y su señora había también invitado a que pudiéramos ir a la casa de su mamá, con el objetivo de ver televisión. Este último sitio lo empleábamos en las noches, cuando Eliades no tenía el aparato.
Aquella noche de Enero 8 de 1959, todos los receptores de televisión posibles, no daban abasto para el público que se reunió en torno a las pantallas algo lloviznosas por la baja calidad y señal en blanco y negro.
Todos fuimos a ver la llegada de Fidel a La Habana. Los niños nos sentamos en el piso y fuimos conminados a guardar silencio. No obstante eran los mayores los que hablaban: tal era el regocijo que no pudieron ser mucho más disciplinados.
Primero vimos imágenes de la Caravana avanzando por diferentes partes de La Habana, hasta alcanzar las calles 23, L, y la afamada Quinta Avenida...eran lugares que aún, yo no conocía. Finalmente allí, el lugar escogido para proclamar la victoria, resultó el mismo sitio en que Batista profanó la vergüenza, la soberanía, la libertad del pueblo: El entonces Campamento de Columbia, y que pronto cambió su rostro represivo por una imagen de futuro al convertirse en uno de los primeros enclaves militares cubanos que dejaron de ser cuarteles para funcionar como escuelas.
Era un mar de gentes detrás de camiones, tanques, Jeeps decapotados, automóviles, motocicletas, y sobre ellos los hombres de la victoria.
El rostro del pueblo por primera vez era el actor gigante y masivo de un programa de televisión: eran aquellos hombres barbudos, melenudos, con sus uniformes rústicos a veces, las armas levantadas sobre los hombros, las miradas firmes, serenas, rostros alegres, iluminados por el momento y por la plasticidad de la Historia, aparecían elevados por un mar de personas.
Estaban algunas de las nuevas personalidades de aquellas que ya conocíamos. Algunos los vimos en Bohemia, en páginas abiertas antes del triunfo y en la edición especial que la revista más antigua de Cuba dedicó a la alegría popular en sus primeras páginas libres. También habíamos visto ya sus fotos en el Periódico Revolución y en Sierra Maestra, editados en Santiago de Cuba primero y luego en La Habana.
La proa era un jeep. Iban un grupo numerosos de hombres. Allí estaban Camilo Cienfuegos y Fidel, saludando constantemente.
La marcha iba a veces lenta; una parada para saludar, para dar la mano, para levantar en hombros una niña; pero enseguida, el avance, hasta llegar al Campamento de Columbia, donde la noche esperó por las palabras de Fidel. Y con la noche: el pueblo: una parte allí, la otra frente a los aparatos de radio y de televisión.
Fue un discurso premonitorio. Una visión de largo alcance que aún conservo en mi memoria, frases de aquella pieza se me grabaron eternamente, como el llamado realizado a la unidad y a la huelga general unos días antes. La ética, la sencillez, el humanismo revolucionario, el compromiso moral respaldaban aquellas palaabras.
Yo recuerdo aquella advertencia en la cual expresaba que no debíamos engañarnos en creer que a partir de entonces todo podría ser más fácil.
He releído ese discurso. Es de mucho interés y mantiene actualidad y proyección.
Algunas ideas expresan cómo desde aquel instante. Fidel Castro definió argumentos y conceptos que han caracterizado a la Revolución y a su ejercito triunfante. La verdad esgrimida como arma; la ética, la lealtad, la unidad, fueron temas del discurso.
El concepto de pueblo, empleado por Fidel en su alegato de autodefensa La Historia me absolverá, el de unidad de ideales y de la Cultura; la hermandad que estaba naciendo:
Creo que el pueblo esté de acuerdo en que hable claro, porque haber luchado como he luchado por los derechos de cada ciudadano, me otorga aunque sea el derecho a decir la verdad en voz alta (APLAUSOS). Y, además, porque estando de por medio los intereses de la patria, no transijo absolutamente con la menor contemporización con los riesgos que puedan sobrevenir a la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Y ampliando el concepto que va definiendo..
Yo, que tengo fe en el pueblo, y lo he demostrado, y sé lo que puede el pueblo, y creo que lo he demostrado, les digo que si el pueblo quiere aquí no vuelve a sonar nunca más un tiro en este país (APLAUSOS). Porque la opinión pública tiene una fuerza extraordinaria y tiene una influencia extraordinaria, sobre todo cuando no hay dictadura.
Es este el instante en que surge momento más recordado por todos, eternizado por la fusión fidelidad lealtad, que se simbolizan desde ese día:
En la época de dictadura la opinión pública no es nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo, y los fusiles se tienen que doblegar y arrodillar ante la opinión pública (APLAUSOS). ¿Voy bien, Camilo? (EXCLAMACIONES DE: ¡Viva Camilo!)
Las palomas ya habían sobrevolado coqueteando con el ambiente y aquella que se instaló en el hombro de Fidel como para ratificar el diálogo breve de la pregunta, la respuesta de Camilo Vas bien Fidel, y sus miradas, y el bullicio del pueblo. Entonces, prosiguió hablando desde la confianza que no ha perdido en las grandes muchedumbres:
Le hablo al pueblo en esta forma porque siempre me ha gustado prever, y creo que hablándole previsoramente al pueblo la Revolución puede evitar los únicos peligros que le quedan por delante; y yo les diré que no son tan grandes, pero sí quisiera que para que la Revolución se consolidara, no hubiera que derramar una sola gota más de sangre cubana (APLAUSOS).
Y para aquellos que nos acusan de terroristas, y que particularmente califican a Fidel con tal término, es muy bueno que analicen estas frase, en su primera intervención pública en La Habana,ideas que dejaban sentadas una política a seguir:
. Lo antes posible tienen que marcharse los fusiles de las calles y desaparecer los fusiles de las calles (APLAUSOS). Porque ya no hay enemigo enfrente, porque ya no hay que pelear contra nadie; y si algún día hay que pelear contra un enemigo extraño o contra un movimiento que venga contra la Revolución, no pelearán cuatro gatos, peleará el pueblo entero (APLAUSOS PROLONGADOS).
La seguridad del Proyecto Cuba quedó expresada aquel 8 de enero de 1959 en las siguientes palabras: Y yo les aseguro que si hoy sale uno de Cuba y regresa dentro de dos años, no va a conocer esta República.
Quienes salieron definitivamente, o los que por alguna eventualidad lo han hecho, inclusive los que se sintieron arrastrados por los traidores y pudieron volver, pueden testimoniar sobre las diferencias que la Revolución imprimió en el país.
Y se consolidó en la ratificación de la confianza:
Veo un extraordinario espíritu de colaboración en todo el pueblo, veo a la prensa, a los periodistas, a todos los sectores del país, deseosos de ayudar, y eso es lo que hace falta. Y es que el pueblo de Cuba ha aprendido mucho, y en estos siete años ha aprendido por setenta. Se dijo que el golpe de Estado había sido un retraso de veinticinco años; si fue así y aquello era de verdad un retraso de veinticinco años, ahora hemos dado un avance de cincuenta. La República está desconocida: nada de politiquería, nada de vicio, nada de juego, nada de robo. Hemos empezado hace unos días, y ya está casi desconocida la República.
Fidel volvía a la carga y ratificaba en los minutos finales que : ... nadie vaya a creer que las cosas se van a resolver de la noche a la mañana. La guerra no se ganó en un día, ni en dos, ni en tres, y hubo que luchar duro; la Revolución tampoco se ganará en un día, ni se hará todo lo que se va a hacer en un día.
Fidel concluía su discurso del 8 de enero de 1959 con una afirmación que es una reflexión permanente de su ética y pensamiento: ...¡jamás defraudaremos a nuestro pueblo!
Salimos del local donde lo mirábamos aún sorprendidos. La pantalla seguía llena de público. Allí veíamos a Camilo, a Almeida, al Che, a Celia, a Violeta Casals... La foto, famosa, es elocuente.
Los alrededores de las pocas casas que tenían televisores, también eran un mar de pueblo. Había pasado la una de la madrugada y aquel 8 de enero, que marcó la pauta, entraba en la Historia.
Mi memoria así lo grababa.
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emilio -