ELISA ESPINOSA
- Falleció la destacada locutora de la región oriental de Cuba.
Por: Joel Lachataignerais Popa
jlpopa@enet.cu joecklouis@gmail.com
El micrófono soñará cada día la voz siempre juvenil de Eliza Espinosa, ahora cuando entrando en su madurez de mujer aguda, firmó el pacto de sentencia definitiva.
Cuando juntos en 1968 fundamos el programa ‘Onda juvenil’, nos unió la fragua que es la radiodifusión como escuela disciplinaria que estructura al ser humano en nexo con las almas; y como los dos teníamos la intención de perpetuar la utilidad de trasmitirles a los oyentes un mensaje, configuramos una amistad que aún se eleva.
No olvidaré que en muchas oportunidades compartimos el micrófono y casi invariablemente buscaba oportunidad para dedicarle ‘Para Elisa’, me encantaba decirle que aquella pieza había sido pensada para ella, muchacha de campo rural hermoso como honroso.
Dirigí aquel programa desde sus inicios hasta 1978 e intercambié sus ideas, era en eso manantial que fluía desde sus ojos azabaches que emitían centellas para expresarse a sí misma.
Y al realizarse, en una grabación o ‘en vivo’, como en su actuar de conducta sencilla, la alegría era motivadora de sensual atractivo que se estrechaba en la sonrisa blanca, transparente, infundiendo confianza.
Un día me pidieron hacer un programa para difundir el quehacer de los azucareros de la provincia de Granma. Era abril de 1977. Le pedí fuese a la cabina de locución de la sala de grabaciones de la CMKX, Radio Bayamo, donde trabajábamos y sólo le di dos palabras, que fue el nombre que se me ocurrió para nominar el espacio, que pensé no debía pasar de entre cinco y diez minutos… Una sola vez y todo quedó listo para que saliera al aire ¡Haciendo Azúcar!.
Muchos comentarios, reportajes, crónicas, grabé en su voz. Y durante toda aquella época – esencialmente de 1974 a 1978 – coincidí dirigiendo el Noticiero de Radio Bayamo, en un matiz memorable con otras voces, como la de José Rodríguez, con quien también hacía pareja en el juvenil ‘Onda’.
Tenía el don de desdoblarse, tanto como para hacer un rol de muchacha o mujer adulta, en dramatizados; y era excelente compañera en espacios radiales en días festivos, del carnaval, de finales de años; de jornadas como el Primero de Mayo, el 26de Julio y otras festividades.
La india que vestía en su piel sana, se negaba a avanzar en el tiempo y llevaba encima aún la tarjeta de menor de edad. Así la recuerdo. Así la recordaré.
Por eso cuando recibí la noticia de su fallecimiento por un repentino trastorno pulmonar, su imagen se fue por la ruta de aquello que siempre recriminé en ella: el cigarro, aún cuando supe también que su muerte no se la trajo la hoja letal.
En mí llevaré siempre un micrófono estandarte para el honor que inspirará crónicas de sueños verdaderos, para anunciar siempre esa pieza de tu nombre: Para Elisa.
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