LOS LÍMITES DEBEN TENER SUS LÍMITES
Por: Joel Lachataignerais Popa jlpopa@enet.cu joecklouis@gmail.com
Los primeros índices sobre armamentos los aprendí desde muy niño. Dudo que en el mundo haya un infante que pueda negar que sus primeros juegos en su etapa de entre 5 y 12 años estuviesen mezclados a los armamentos: Es un juego casi universal: Los bandidos, los buenos y los malos… En estos días de reflexiones acerca de la guerra, he repensado esta idea, que siempre he tenido presente para escribirla. Éramos niños y le pedíamos a ‘los reyes magos’ una pistolita de agua, otros pedían ametralladoras, metralletas, carritos de combate, soldaditos… Y cuando papá y mamá nos llevaban al cine, las películas reproducían a Roy Rogers, Hoppalong Cassidy, El Llanero Solitario, Superman, el Super Ratón, cuando no eran Tarzán, Marvel y otros super poderosos personajes; y hasta aprendimos a leer en aventuras que los reproducían a todos ellos, o aquellas célebres de ‘El Halcón Negro’, siempre listo ‘para defender los intereses de la paz en el mundo contra el dominio rojo’. Y Salíamos a las calles, a los patios – hasta en la misma escuela esperábamos el momento de 30 minutos de receso – para armar la historia recién leída, vista en el cine – a veces los pocos que tenían cómo en la televisión – y la mentalidad se iba acondicionando a aquellos personajes, que por cierto, ninguno era africano, latinoamericano, europeo, asiático… Sí había de esos países. Lo recuerdo: Los africanos eran ‘tipos’ con taparrabos, huesos torcidos en la nariz, o prendidos de las orejas; algún famélico europeo o un asiático impertinente como el chino Chop Chop, de ‘El Halcón negro’, siempre introducido en sitios donde no debía estar u ofreciéndoles una información… Recuerdo que leía una serie que se llamaba Vidas Ilustres. Por ahí tuve información de muchas figuras importantes de la historiografía mundial… hasta que leí una sobre Carlos Manuel de Céspedes en que se ofrecía una imagen que no venía de acuerdo con lo que en la escuela aprendía. Así fui dejando de leerlos a todos. Yo iba percibiendo para mi formación una idea pacífica de ser. No me gustaba ser militar, aunque los ejercicios militares siempre han llamado mi atención, en especial los desfiles y finalmente cuando hice mi tiempo de Servicio Militar en las Fuerzas Armadas Revolucionarias aprendí a organizar la vida… porque un militar como los nuestros aprende a eso: a tener una vida orgánica, con principios de justicia, ética y cultura social universal. Pero aquellos juegos no me enseñaron esto. Cuando miro el mundo ahora tengo esos recuerdos. Pienso que todos los militares norteamericanos, incluso sus presidentes, también hicieron eso alguna vez; que esa forma de educar a los niños ha condicionado la idea de que se puede ir a la escuela armado; que es eso –en parte- lo que hace que los individuos de esa gran nación, defiendan lo que promueve la Asociación Nacional del Rifle. De esa forma es posible ganar grados militares en las aulas. Además, se aprende a ser General sin disparar un tiro y si estar presente en el teatro de operaciones. A luchar contra los bandidos, facinerosos, rojos, aquellos que están allá. Estados Unidos no tiene fronteras, las busca todos los días en mirar más allá de los límites propios y los enseña mandando a Los Halcones, a Superman, a aquel famoso detective Dick Tracy, a investigar en China, en Moscú – fueron dos nombres muy leídos en mi niñez en voces de esos personajes – y procediendo así, es muy difícil darse cuenta de que los límites también tienen límites. Fidel Castro ha llamado a los cubanos a aprender a pensar las nuevas contradicciones, el nuevo panorama, el presente y mirar al futuro, pero desde el presente, teniendo al pasado sólo como referencia y no como proceso. Persuadir colectivamente es la idea. Persuasión de pueblos, de gobiernos, de organizaciones, para hacer comprender al presidente de Estados Unidos que tiene una oportunidad de demostrar inteligencia, de equilibrio y sensatez como todo ser humano y, a mirar que los límites también tienen sus límites.
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