STUTOFF: LA ISLA QUE ALMACENÓ MUJERES
Por: Joel Lachataignerais Popa jlpopa@enet.cu joecklouis@gmail.com
Aquel día del mes de agosto de 1987 hacía frío, llovía un fina que tal parecía penetraba la piel. Habíamos disfrutado la tarde anterior nuestro paso por Sopot, Gdynia, Vistula, Cala Park, el gran Castillo de Malbork , antes de llegar a Gdansk, la ciudad donde había nacido nuestro guía principal Kazimierk Marzek.
En Sopot supimos que la semana anterior había cantado allí Beatriz Márquez, la musicalísima, y de ella nos hablaron con cariño y admiración. Gdynia os resultó atrayente y vistosa, y el trascurso por Vistula, que es un largo río que casi traspasa de lado a lado toda Polonia, llamó la tención por su majestuosidad casi de mar. Así, alcanzamos la meta.
Gdansk nos recibió con su gran hospitalidad. Personas muy amables, bellas en general, particularmente sus muchachas y específicamente la juventud. Estuvimos en la primera mañana en Weterplatte, el sitio escogido por Adolf Hitler para dar inicio a la II Guerra Mundial, y en la siguiente estábamos abordando una nave inmensa, como una balsa, donde íbamos nosotros, los 33 periodistas que conmigo recorrían el país europeo.
Ahora estábamos camino de un inolvidable sitio: la isla de Stutthof. En una hora llegamos, siempre bajo aquella filosa llovizna que me hizo unir a mi enguatada y abrigo, una capa de noble nylon. _Alexandra Kurazkaia nos recibió a la entrada, justo el momento en que habían llegado tres polacos que estuvieron entre los prisioneros nazis de aquel enclave.
Supimos que los nazis iniciaron la búsqueda de ciudadanos en la categoría de ‘judíos’ en el año de 1936 en toda Polonia, y que fueron clasificados, claro no podían estar mezclados aquellos humildes trabajadores y campesinos con los otros, ricos, millonarios burgueses y paraburgueses, quienes aunque fueran tratados igual, tendrían –al menos inicialmente.- otras consideraciones. Aquel listado era superior a 66.950.000 mujeres, hombres, niños, ancianos… Fue como podría decirse la base, el punto de partida.
En el texto que se entrega a la entrada del actual Museo Stutthof, se hacen consignar estos datos se explica que inicuamente allí hubo 3 mil presos, que la guía asevera eran mujeres y un mínimo de hombres encargados de mantenimientos, cocinas, servicios que realizaban en aquella zona alejada de la parte continental.
La cifra alcanzó algo más de 110 mil individuos y más de la mitad perecieron como consecuencias de las torturas, el trabajo forzoso y otros vejámenes a que fueron sometidos.
Los polacos aquellos que encontramos a la entrada de la instalación nos explicaron que uno de ellos escapó luego de que se pusieron de acuerdo y lograron que los esbirros aquellos creyeran que aquel preso ya no estaba en la prisión, porque se lo habían llevado y jamás retornó. Entretanto logaban alimentarlo y en las noches construyeron un túnel hasta la costa, por donde aquel un día, logró huir y luego de travesías, llegar a Francia donde denunció, ante la opinión pública internacional, la existencia de este Campo de Concentración.
En la Isla de Stutthof apreciamos tales atrocidades como objetos fabricados a partir de la piel femenina: Digamos un cuadro en el que se muestra un bello paisaje típico de Polonia, que –según reza allí – está realizado sobre piel de la espalda de una joven tal vez de entre 15 y 19 años.
Vimos una pandereta, una silla cuyo respaldar, asentaderas y adornos, se realizaron con pieles de muchachas; fotografías, testimonios escritos de puño y letra por mujeres que estuvieron allí presas, en donde se cuenta de violaciones masivas y selectivas.
Las mujeres eran seleccionadas por edades, categorizadas por un criterio de sexo y fortaleza física y se cuenta, que aquellas que no tenían cómo rendir desde el trabajo y ser eficientes, además de no proceder en el orden sexual, eran trasladas a barracas para trabajo ordinario y cuando ya ‘no servían de nada’, eliminadas.
La guía de aquel lugar dejó constancia de que horas antes de que las fuerzas victoriosas llegaran a Stutthof, los alemanes incendiaron las barracas principales, pero fue posible preservar algunas de ellas, en las que se pueden ver los baños que se empleaban para todas las necesidades: baño, servicio sanitario, aseo en general; esto se ilustra también en algunas fotos, pero se preservan las instalaciones sanitarias, - si es que puede llamárseles así – y otras que muestran el degradante modo de vida que se les destinó a los acusados de no aceptar la ideología propugnada por Adolfo Hitler.
¿Abu Graip? ¿Afganistán? ¿Irak? ¿Yugoslavia? ¿Guantánamo? ¿Cárceles secretas de Estados Unidos, mejor dicho del selecto Club de los Ricos que forman el Gobierno oculto del Mundo?
¿Esa es la paz que nos proponen los Señores de la Guerra?
Si es esa la paz que se propone, no puede ser, no la admitimos, pero sí un diálogo del momento, porque la Guerra que se evidencia, tampoco puede ser, porque sencillamente porque, tiempo no habrá para saberlo.
(Foto del autor)
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