Una mamá cubana en camino de los cien
El lozano rostro de la mamá cumpleañera
Joel Lachataignerais Popa jlpopa@enet.cu joecklouis@gmai.com
Mayo es un mes mágico para mi vida. Muchas cosas agradables han sucedido para mí en esta etapa del año. Pero el más grande de todos es aquel que se fija cada día 23 de mayo, que me permite recordar que en el año de 1923, ese día, nació Julia Zenaida Popa, mi cariñosa y distinguida madre.
Es muy difícil encontrarse una madre que no sea cariñosa. Todas prodigan a los hijos ese sentimiento que siembran en lo más profundo de su ser y lo hacen crecer en idea y práctica.
Mi mamá, Zenaida, como más bien todos la conocen, -sin el Julia de adelante- es una persona sana, dueña de sí misma, con un carácter de profunda bondad y un vestigio de inteligencias morales que asume con fortaleza y rectitud. Mis hermanos y yo la adoramos y mimamos, cada cual a su modo. Sobre todo las hembras. Y es porque de ella aprendimos a hacernos de una vida limpia, tradicional y severamente ética.
Edel, que es para su orgullo cardiólogo en el Hospital Lenin de Holguín, tiene a su cargo su salud –como tuvo la de papá-. “Cuiden a Zeni, nos dice”. “No dejen que Zeni camine mucho, pero tampoco la dejen estancada”.
Y cuando sus energías descargan sentimientos de crítica por algo que ella entiendo que está mal, Edel nos dice: “Háganle caso a Zeni…”
Isel, profesora de Biología retirada ya hace algunos años, es la más pequeña de los cuatro hijos de Zenaida y Luis Felipe. Desde la década de los años 1960, Isel vive en La Habana. Ella es tal vez, entre nosotros, la que más le malcría.
Enérgica como la madre, sabe ponerle coto a las cosas y destina para mamá Zenaida (Zeni, como le dice Edel) el mas grande de los cariños. Dubel, es la hermana que permanece con mamá en su casa de Bayamo.
Ella ha vivido toda la vejez junto a la ilustre madre, con su hijo Lester y el nieto Raymon. Es Dubel quien le escucha todos los lamentos, alegrías, consejos y chistes… Es Dubel quien carga todo el peso de las edades de mamá.
Hay otros nombres que se incorporan: Yolanda, la hermana de todos, mayor que yo, quien vive en Santiago de Cuba con esa otra parte de la familia Lachataignerais. Yola, desde su distancia envía mensajes de amor hacia Zenaida, como ella le proclama y como no le puede visitar sistemáticamente, usa el teléfono para saber de ella…
Las hijas de Edel, Sussette, Roxana, Edelvis y Edelsis, le acarician enviándole siempre el cariño que primero fue sembrado en ellas. Berta y Amelia, otras hermanas de crianza, aquellas que nos alimentaron y cargaron en la niñez, porque son mayores que todos, sienten hondo el amor que prodigó Zenaida.
Por eso – a iniciativa de las hembras – y entre todos, el pasado 2013 se armó una fiesta familiar con motivo del 23 de mayo… y hubo dulces, refrescos, vinos, un bello cake, música, juegos, acertijos, palabras y regalos… La iniciativa vinculó a todos: Eran los 90 de mamá.
Ahora comienza el avance de mi mamá, nuestra mamá, por el sendero de los cien años, al amparo del querer de todos, para conservarla con el intacto e indeleble rostro que se aprecia en la fotografía.
Yo, miro con admiración la firmeza de mamá; una mujer con intelecto de escritora y poetisa; quien quiso una vez ser locutora, y se hizo profesora de corte y costura para hacernos las ropas con que fuimos de paseos infantiles y de adolescentes e impulsó mis días de militar, de combatiente internacionalista y cada día en mis misiones como periodista y hombre de bien…
Que dio pasos invariables a la conducta de cada cual: en Isel, para ser profesora de Biología; en Dubel para su título de profesora de Química y Física, en el médico cardiólogo Edel y en el periodismo de mis sentimientos.
Así todos: hijos, nietos y biznietos, alzamos la alegría en una imaginaria copa para asomarnos a éste, el camino de los cien de mamá Zenaida, o más lindo todavía: Zeni, como amorosamente dice Edel.
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