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MIS RECUERDOS DE ALBA, LA NIETA DE CESPEDES

MIS RECUERDOS DE ALBA, LA NIETA DE CESPEDES

 Alba de Céspede y Bertini, la nieta de Céspedesen plena labor intelctual


Por: Joel Lachataignerais Popa

jlpopa@enet.cu  jjlpopa@gmail.com 

 

 Entre mis recuerdos guardo como uno de los más preciados, la presencia de Alba de Céspedes Bertini en Bayamo, en los días próximos al 10 de octubre en que recordamos el centenario de aquel acontecimiento.

Efrahim Montoya, por entonces Director de Cultura de Bayamo, me convocó a formar parte de los presentes para atender a la ilustre visitante: la nieta de Carlos Manuel de Céspedes, vendría a la Ciudad Monumento y visitaría entre otros sitios, la casa natal del abuelo y la Biblioteca “1868”

Cada vez que llega esta fecha, viene a mi memoria aquella persona transparente, suave, deliciosa al tratarla, de un carácter firme y agradable.

Su entrevista nunca se publicó en la prensa escrita pero la reseña, pudo ser escuchada por Radio Bayamo, en el noticiero de la tarde.

Me contó que llevaba tiempo luchando por reunir a todos sus seres queridos en el cementerio de Bayamo, para unir todos los amores en un solo haz.

También relato que quería donar muchos artículos personales de su abuelo a la casa de Bayamo; algunas están dispersas en museos de Cuba y de otras naciones, cuando es en su casa donde debieran estar.

Entonces rememoró que había donado un cuadro que reproduce el rostro real de abuelo, “lo reconozco si lo veo, no sólo porque es él el que aparece allí, sino porque no siempre sus ojos están en el color que le perteneció. Este que doné a la casa museo de Bayamo, es el verdadero Carlos Manuel de Céspedes. YA verás cuando lleguemos a la casita…”

Allí, en la Biblioteca Pública “1868”, en una salita situada en la parte mas alta, convido a una tertulia, un agasajo de menú protocolar.

Mientras transcurría el brindis, ella contaba sus recuerdos. Mostraba ansiedad por conocer la casa del abuelo. En particular por subir a la parte más alta. “Donde me contaron que mis abuelos se reunían en las noches a mimarse, contar las estrellas y mostrarse el mutuo amor y a contarse las cuitas de las luchas independentistas… a cantar, leer poemas y admirar el universo celeste”.

Son las cosas que mas recuerdo de aquel momento. Su túnica beige, cubría suavemente el  cuerpo delicadamente delgado y sus largas y finas manos se movían a la par de las palabras y el auxilio a uno y otro comensal…

Así explicaba –por ejemplo- cómo proceder en aquel tipo de festín. Y nadie sintió herirse por la enseñanza.

Después vino el otro momento. Hubiera sido muy significativo en la noche. Pero fue en una tarde. Luego de caminar por entre el parque y admirar el monumento en que aparece el Padre de la Patria de pie, mirando el horizonte, caminamos al frente, donde se encuentra la casa natal.

Al pasar del parque a la casa, pidió que nadie le indicara donde estaba el cuadro. Ella había ordenado el sitio que debía colocarse, pues en ese lugar, era donde –según mis viejos familiares contaron-siempre estuvo.

Con avidez subió las escaleras escoltada por Montoya, personalidades de la localidad y periodistas. Tan pronto alcanzó la planta alta, se mostró conocedora e indicó “¿no es ahí, por esa puerta como se puede pasar al salón de mi abuelo?”.

Y pasamos. Entonces su rostro se iluminó y con firme celeridad se adelantó: “Ahora voy a comprobarlo”, acotó.

Se acercó a la pared situada a la extrema derecha del salón que tiene al lado izquierdo los balcones que miran a la “Plaza de la Revolución”, y con ademán delicado levantó el cuadro, miró detenidamente unos segundos y con alegría declaró:

“Ese es mi abuelo y este es el cuadro que doné. Esos son los ojos de mi abuelo, los que tantas veces me fueron descritos…”

No olvido nunca ese día, como tampoco olvido que en los días en que la mafia de Miami creaba condiciones para dejar escapar por la televisión contrarrevolucionaria su bilis anticubana, pudimos reproducir por Radio Progreso, una entrevista –cuya grabación conservo- en la cual expresó su condena a Radio y Tele Martí, por indignos instrumentos que laceran con deshonor al nombre del Apóstol de Cuba.

Al concluir la entrevista, cuando se despidió de nosotros, como para ratificar lo dicho, manifestó: “Díganle a Fidel que los verdaderos hijos de la Patria, los que llevan la sangre mambisa de mi abuelo y los demás, jamás seremos traidores”.

Otro día volveremos a hablar de Alba de Céspedes. Quien una vez, después de muerta, me hizo escribir sentimientos de crónica a sus manos, sus ojos y su inolvidable voz…

Una de las fotografías reproduce el cuadro réplica del que donó a la casa del abuelo la otra es la portada de su libro póstumo "Con todo amor".

 

 

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