WESTERPLATTE: EL RECUERDO POLACO DE LA GUERRA
Por : Joel Lachataignerais Popa
joecklouis@gmail.com
Gdänsk, esa bella ciudad polaca situada en las costas del Báltico, debiera ser más mencionada a las jovenes generaciones, sobre todo acerca de su presencia en la Historia de la humanidad como protagonista de la II Guerra Mundial, desde su primer minuto.
La recorrí un día de julio de 1987. Conviví con su agradables habitantes y muy esbeltas y alegres muchachas; también con mujeres y hombres que me hablaron del encontronazo que resultó para aquella urbe el inicio de la contienda bélica emprendida desde allí por el nazifascismo liderado por Adolf Hitler.
Aún recuerdo las sonrisas juveniles, los niños y niñas, las mujeres y los hombres de aquella ciudad y en particular al guía que me llevó hacia el lugar, Kazimierk Marzek: Un simpático viejo polaco nacido precisamente en Gdänsk.
Marzek, quien había trabajado durante años en Venezuela entrenando deportistas, particularmente boxeadores, profesaba una particular amistad con el cubano Teófilo Stevenson y una rica admiración por Cuba y los cubanos.
Llegamos allí bien temprano en la mañana. Apreciamos la belleza de la mar contrastando con la ciudad. Avanzamos por un parque protegido por altas y fornidas plantaciones de pino; entre ellas se dejaban ver los restos de la guerra que, iniciada en 1939, detuvo su accionar en 1945.
Dos sitios llamaron la atención de todos: Un tanque de guerra, aún mantenido en regla, recordaba parte del armamento empleado y capturado; y una edificación cuyo techo derribado, permanecía aún sostenido por el piso y las paredes destrozadas en parte o cuarteadas en su mayoría.
Aquella edificación era el sitio adonde se encontraban los (7) soldados polacos que enfrentaron durante largo tiempo a los invasores alemanes enviados por Hitler, luego de dar a conocer a través de los medios de comunicación la falsedad de que Polonia amenazaba con la guerra.
Continuamos el paseo. Al frente comenzamos a divisar una amplia explanada y una pequeña elevación; cuando los árboles lo permitieron apareció el monumento que ilustra esta crónica.
Subimos. Es imponente llegar hacia allí:
Se le ve a cada paso elevándose y ya al final, apreciamos los restos de edificaciones que pudieron existir allí, donde se asentó la barbarie hitleriana para dejar su huella atroz y antihumana.
En la parte más alta de la meseta, aquella obra en la cual se ven colocados rostros y figuras alegóricas a quienes lucharon en defensa de la humanidad; se eleva al cielo el homenaje sobre una gran urna de concreto que tiene ventanas de cristal en la base, por donde se pueden ver, cuidadosamente situados, huesos sobre túmulos de cenizas son restos de osamentas extraídas de los crematorios; un fémur sobre una cadera, dos carabelas... infinidad de ellos advirtiendo lo que fue el dominio Nazi en Europa, lo que puede, pudiera ser el resurgimiento del fascismo.
De aquella, mi visita, hace 21 años. Del inicio de aquella guerra ya vamos acercándonos a setenta,y de su final pronto serán los sesenta y cinco.
Yo espero que las transformaciones del pensamiento polaco no hayan desvirtuado la sensibilidad humana que aprecié entre tanta gente buena en 1987; que tanto Gdänsk, como Westrerplatte o Stutthoff, permitan que las nuevas generaciones puedan vivir y recordar aquella barbarie para que jamás haya guerras... que se borren los horrendos símiles que hoy los recuerda cual película en vivo, Made in USA, en Israel, Afganistan e Iraq
joecklouis@gmail.com
Gdänsk, esa bella ciudad polaca situada en las costas del Báltico, debiera ser más mencionada a las jovenes generaciones, sobre todo acerca de su presencia en la Historia de la humanidad como protagonista de la II Guerra Mundial, desde su primer minuto.
La recorrí un día de julio de 1987. Conviví con su agradables habitantes y muy esbeltas y alegres muchachas; también con mujeres y hombres que me hablaron del encontronazo que resultó para aquella urbe el inicio de la contienda bélica emprendida desde allí por el nazifascismo liderado por Adolf Hitler.
Aún recuerdo las sonrisas juveniles, los niños y niñas, las mujeres y los hombres de aquella ciudad y en particular al guía que me llevó hacia el lugar, Kazimierk Marzek: Un simpático viejo polaco nacido precisamente en Gdänsk.
Marzek, quien había trabajado durante años en Venezuela entrenando deportistas, particularmente boxeadores, profesaba una particular amistad con el cubano Teófilo Stevenson y una rica admiración por Cuba y los cubanos.
Llegamos allí bien temprano en la mañana. Apreciamos la belleza de la mar contrastando con la ciudad. Avanzamos por un parque protegido por altas y fornidas plantaciones de pino; entre ellas se dejaban ver los restos de la guerra que, iniciada en 1939, detuvo su accionar en 1945.
Dos sitios llamaron la atención de todos: Un tanque de guerra, aún mantenido en regla, recordaba parte del armamento empleado y capturado; y una edificación cuyo techo derribado, permanecía aún sostenido por el piso y las paredes destrozadas en parte o cuarteadas en su mayoría.
Aquella edificación era el sitio adonde se encontraban los (7) soldados polacos que enfrentaron durante largo tiempo a los invasores alemanes enviados por Hitler, luego de dar a conocer a través de los medios de comunicación la falsedad de que Polonia amenazaba con la guerra.
Continuamos el paseo. Al frente comenzamos a divisar una amplia explanada y una pequeña elevación; cuando los árboles lo permitieron apareció el monumento que ilustra esta crónica.
Subimos. Es imponente llegar hacia allí:
Se le ve a cada paso elevándose y ya al final, apreciamos los restos de edificaciones que pudieron existir allí, donde se asentó la barbarie hitleriana para dejar su huella atroz y antihumana.
En la parte más alta de la meseta, aquella obra en la cual se ven colocados rostros y figuras alegóricas a quienes lucharon en defensa de la humanidad; se eleva al cielo el homenaje sobre una gran urna de concreto que tiene ventanas de cristal en la base, por donde se pueden ver, cuidadosamente situados, huesos sobre túmulos de cenizas son restos de osamentas extraídas de los crematorios; un fémur sobre una cadera, dos carabelas... infinidad de ellos advirtiendo lo que fue el dominio Nazi en Europa, lo que puede, pudiera ser el resurgimiento del fascismo.
De aquella, mi visita, hace 21 años. Del inicio de aquella guerra ya vamos acercándonos a setenta,y de su final pronto serán los sesenta y cinco.
Yo espero que las transformaciones del pensamiento polaco no hayan desvirtuado la sensibilidad humana que aprecié entre tanta gente buena en 1987; que tanto Gdänsk, como Westrerplatte o Stutthoff, permitan que las nuevas generaciones puedan vivir y recordar aquella barbarie para que jamás haya guerras... que se borren los horrendos símiles que hoy los recuerda cual película en vivo, Made in USA, en Israel, Afganistan e Iraq
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