LA VITALIDAD VIGENTE
Por: Joel Lachataignerais Popa
jlpopa@enet.cu joecklouis@gmail.com
¿Quien ha dicho que dos profesiones como poeta y periodista no pueden suscribirse juntos en un mismo peldaño?
No me sorprende el lauro Artista de Mérito, tampoco los homenajeados, ni siquiera las huellas del tiempo expresadas en las cifras que corren por las venas de ellos. Mi sorpresa es porque no siempre el reconocimiento une intelectuales tales, y la alegría emerge al leer sus nombres: ella fina, robusta como roble del bosque, cuya ventana está abierta siempre y se ilumina con el Sol naciente para cobijarse tarde en las estrellas.
Él, escondido en nueve décadas y como si nada. Una sabiduría martiana legada a cuanto joven matancero buscó el camino del periodismo y la Radio, tronco de árbol duro de corazón y savia.
De ella digo que sus poemas quemaron la juventud y el camino de todos, allí en la occidental provincia de Matanzas. Aún en mi memoria está nuestro encuentro en 2005, cuando una reunión de la Sociedad Cultural José Martí nos acercó a la policromada artìsticidad de aquella ciudad que guarda el perfume de tantos que han escrito, dibujado, esculpido la proximidad ateniense de cubanía espiritual, forjada en identidad irreductible.
El sonrojo no es posible, tampoco hay que desordenarse siempre para reconocerlo. Aquel día leyó dos o tres poemas suyos y rememoró cómo al alcance del Movimiento 26 de Julio, escribió aquel poema dedicado a Fidel, como buscando, tal vez, donde decir Martí.
Así es Carilda Oliver Labra. Su nombre me dice siempre un mensaje grato de calidez humana, sus apellidos me recuerdan el verde con que vestimos la defensa de la Patria y el juzgado proceso con que avanzamos a tropiezos con la forja del futuro, pero con la seguridad de que se sabe hacia donde se labra la marcha.
A él lo vi la primera vez después de escucharlo mucho por la Radio Nacional en sus acostumbrados reportes que ponían en la actualidad de su terruño a todos, y después en la primera reunión de la Unión de Periodistas de Cuba para trazar fórmulas de enriquecimiento propio en función de los análisis y asunción de la crítica.
En aquella ocasión el entonces Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba en aquél Territorio, Esteban Lazo Hernández, expresaba sus criterios y refirió que algún consejo podría encontrarse en el cerebro y la humanidad de Manolo García. También lo leí en la prensa nacional y cuando recibía el periódico Girón en mi casa de Bayamo.
Pero me resultó más grata aquella oportunidad en que juntos viajamos por la antigua Unión Soviética y Polonia en julio de 1987. En el diálogo fraternal, sencillo y concreto, aprendí la presencia de alguien frondoso y merecedor del reconocimiento público. Así como se ha hecho ahora: cuando aún la sangre calienta para alentarnos a seguir viviendo.
Poco después, cuando dirigí un curso de radio en Matanzas, nos volvimos a ver gracias a otro matancero entrañable: Nelson Barreda. Hubo un breve abrazo y un saludo pequeño y profundo; así me lo traje para Las Tunas.
Por eso ahora cuando las noticias traen el anuncio de que la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC), le otorga junto a la gran Carilda, la más alta distinción de esa institución de la intelectualidad cubana, Artista de Mérito, no puedo más que escribir estos recuerdos, que me vienen del alma.
Y, porque pienso que sí, que muchos otros pueden ser distinguidos por la UNEAC como el amigo Manolo García… sin esperar tanto tiempo del tiempo.
¡FELICIDADES, CARILDA!, ¡FELICIDADES MANOLO!
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