AQUELLA RAIZ DEL PRIMER DIA
- Juramos ser fieles a la revolución
- Yo no olvido, creo en la convicción humana.
- Pertenezco a un grupo de jóvenes que le seguimos paso a la revolución sin pensamientos mezquinos, sin aspiraciones banales
Por: Joel Lachataignerais Popa
Jlpopa@enet.cu joecklouis@gmail.com
Cuando llegaron los últimos días de diciembre de 1958, las noticias que llegaban mezcladas, como suele suceder, daban prioridad a la proximidad del Ejército Rebelde a las ciudades. Sabíamos que Guisa ya estaba tomado, así lo anunció Radio Rebelde y lo pudimos escuchar en la casa, como agazapados todos debajo del aparato receptor.
Habíamos oído también que Camilo estaba en Yaguajay, donde rendía el cuartel de esa localidad villareña y el Che luchaba fuertemente en al toma de Santa Clara. También venía – de la radio clandestina y de bocas de la calle, denominada también Radio Bemba – informaciones sobre la toma de Jiguaní, el asedio de Maffo y Contramaestre.
Todo sucedía vertiginosamente. Estrepitosamente, fruto de la batalla rebelde, la tiranía se desplomaba.
Al parecer eso fue lo que ocasionó mi sueño del último día del año: Un desfile hecho mar de gente, presidido por figuras emblemáticas religiosas, levantaban un arco de luz, que me despertó… y al amanecer se fundía Radio Progreso, la santiaguera CMKC con Radio Rebelde, para entonces situada en una casa de la ciudad de Palma Soriano: Vendrían las proclamas personales de Fidel Castro: aquellas inolvidables instrucciones a Camilo y al Che, al pueblo y a los trabajadores en especial… y un llamado a la unidad para preservar la victoria que se pretendía escamotear.
“Revolución: sí, golpe militar NO, decía aquel llamamiento. “Golpe de estado de espaldas al pueblo, no, porque solo serviría para prologar la guerra”, recuerdo perfectamente que decía aquellas palabras, pronunciadas en una casa de Palma Soriano.
Así, en la madrugada del dos de enero, Fidel Castro, con su séquito, estaba en el balcón del Ayuntamiento Municipal de Bayamo, donde hoy funciona el Gobierno Local. Aquella vez, en medio de la algarabía popular por el triunfo revolucionario, el líder habló por primera vez en la ciudad Monumento Nacional.
Por así comenzaron las cosas. Mi vida fue conformándose. Fui miliciano en cuanto pude y tuve edad, miembro de la Asociación de Jóvenes rebeldes (AJR), aquella alternativa juvenil creada por iniciativa del Che, para forjar a los jóvenes en torno al Movimiento de Julio, convertida después en Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), a la cual también pertenecí largo tiempo, antes de integrar el Partido Comunista de Cuba.
Fui alfabetizador en 1961, y he estado en cuanto empeño la revolución puso en manos del pueblo. Desempeñé mi rol como miembro de las Fuerzas Armadas, en el periodo de Servicio Militar durante tres años. Cumplí misión internacionalista. Y he navegado junto a las banderas que se levantan al cielo desde el corazón del pueblo, para orgullo de la nación cubana.
Por mi experiencia – como para la de todos los cubanos – han pasado 50 años de revolución. Es un empeño noble, sublime, animador y promocional, que merece por sobre todo, la comprensión de quienes aún quieren hacer cumplir el viejo mandato que lleva inscripto en la idea norteamericana de anexarse el territorio cubano.
Anexionistas debieran llamarse realmente aquellos cuyo pensamiento de barrigada, de pompas de jabón y de jamón cargadas de vacío pensar, forman filas 50 millas al norte de Ciudad de La Habana, porque se fueron junto a los aliados de Batista en aquel 31 de diciembre memorable, o le siguieron detrás años más tarde y los que aun hoy, cuando la luz deja ver más claro el pasado, persisten y se unen a la camarilla.
O los que olvidan, que son como los que no quieren ver.
Juramos ser fieles a la revolución. Juramos ofrecernos en alma y vida a cualquier misión allende los mares. Pertenezco a un grupo de jóvenes que le seguimos paso a la revolución sin pensamientos mezquinos, sin aspiraciones banales, enseñados por Martí y Educados por Fidel es por eso que fuimos y somos firmes, y eso ratifica la idea de que seremos leales. Yo no olvido, creo en la convicción humana. Y esa conducta es firme porque aquella raíz del primer día, ha crecido.
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