EL PODER DE CONVOCATORIA

 

 Por Joel Lachataignerais Popa

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Encontrar a mi gente no fue fácil. Tuve que caminar largo rato entre un mar inmenso de personas. Cuando llegué, ya estaban allí listos para la marcha. Pero mi interés estaba en lograr imágenes diferentes que otros actos por el Día Internacional de los Trabajadores. Entonces seguí buscando.

En mi avanzada hacia la cabeza del desfile, aún sin iniciarse, pude apreciar muchos elementos de interés: aquella muchacha, joven, llevaba en sus brazos su bebé de semanas de nacido, le cubría con su mano el sol y de pies a cabeza se le podía ver que vestía los colores de la convocatoria: blanco rojo y azul.

Seguidamente un largo bloque de mujeres embellecía el espacio con su gracia natural y de algún modo los colores de la bandera cubana, azul rojo y blanco. La iniciativa cubrió la Plaza Mayor General Vicente García de la provincia oriental cubana de Las Tunas.

La amplificación local dejaba escuchar himnos y marchas de todos los tiempos. A  su vez, el Coro Gigante, matizaba el ambiente con las enardecidas marchas patrióticas y piezas tradicionales. Y para completar todo ese efecto sonoro estaban las voces que recorrieron las avenidas 30 de Noviembre, por donde se concentraba gran parte de la masa humana y por la Dos de Diciembre, donde está situada la Plaza y allí la tribuna presidencial.

Así, los 20 bloques eran el conjunto de obreros y trabajadores de todos los sectores, familias completas, repletas de júbilo.

El contenido de las consignas exigían el final del bloqueo norteamericano, levantaban las voces para pedirle a los gobiernos de Estados Unidos y aquellos europeos confabulados con la mafia cubanoamericana, que pongan fin a las desvergonzadas artimañas mentirosas que persiguen el objetivo de desacreditar al país.

Había  trajes blancos llevados con el derecho del corazón y el alma puestos en la verdad, de millares de trabajadores de la salud, trajeron a la Plaza Vicente García el mensaje de solidaridad que se expresa en todo el mundo, al igual que los deportistas y maestros, en una señal de ejemplo… entre ellos muchos que salvaron vidas en algún desastre natural, o sencillamente pusieron luz en los ojos del semejante amigo de otra nación.

La tribuna era también un cuadro de fresco ambiente colorido, presidido por el blanco, el rojo y el azul, y desde allí, los líderes locales, encabezados por la Primera Secretaria del Comité Provincial del partido Comunista de Cuba, Teresa Amarelle Boué, saludaban al pueblo y en sus rostros se observaba la satisfacción del minuto histórico de unidad proletaria.

El mar humano se descomponía después de la tribuna presidencial. Como abriendo pasos en una gran arteria, así unas veces impulsados por los demás, otra, impulsando nosotros a aquellos, en un movimiento de contubernio natural, concluimos el desfile.

Por unos minutos quedamos observando el paseo. Los rostros ya comenzaban a sentir el suave castigo del sol y la humedad que deja el tesón del cuerpo en estas circunstancias.

Fuera del desfile, toda la Avenida 30 de Noviembre, estaba esperando a la gran muchedumbre, algo más de quinientos metros de kioscos, expedían golosinas, y crearon condiciones para, al concluir el acto definitivamente, convertir todas aquellas áreas en una fiesta inmensa de pueblo, así, la noche fue de carnaval.

Llegado a la casa, sintonicé la radio y localicé aquellas emisoras de la provincia que se pueden escuchar según sus potencias. En la descripción de Puerto Padre y de Amancio Rodríguez, pude tener una idea de movilización total, que completé con las noticias que llegaron en el breve tiempo de sintonía de Radio Victoria, la cadena provincial, que, desde cada municipio, recibió reportes de sus corresponsales.

Otro jalón más a la historia patria, escrito con la fuerza que da el poder de convocatoria. Lo vi demostrado en la multitudinaria presencia femenina y en las telas azules, rojas y blancas que cubrieron la piel de los manifestantes.