CELIA EN LA SANGRE COMO EN LA MEMORIA
Por Joel Lachataignerais Popa Invariablemente en las mañanas y las tardes se producía una llamada telefónica. Muchas veces en el día y durante el mes, tendríamos la oportunidad de escucharle. Por más que busco, no encuentro algún momento de mandato imperativo. Su voz, algo grave – al menos para mí – resultaba melodiosa y con suave elegancia, puede decirse acogedora. Cuando más emergencia tenía en solicitar, más persuasión venía por el hilo telefónico. Y cuando en las pocas oportunidades de tenerla presente con el mismo interés, fue del mismo modo. No imagino como pudiera ser algún día de debate fuerte ante una situación de coyunturas difíciles. Pero hasta con los errores solía ser consecuente. Tengo la impresión de que las pocas veces en que la tuve ante mí, cada vez que fue posible y necesario, me acompañó el privilegio de que recibía a la mujer que transitó los caminos de Media Luna, en la misma sencillez de la cuna y en su intrepidez humilde y serena. Vestida de verdeolivo, su pelo recogido, un pañuelo acomodado tan natural en el cuello, la sonrisa y la calidez de la llegada junto a un saludo de compañía permanente… Ahora que conozco su edad, puedo decir que en aquellos días llevaba sólidos 51 años, en plena vitalidad. Su energía se desplegaba en el análisis de todo, y recuerdo su amor por lo natural: La construcción de las edificaciones donde trabajamos entre 1969 y 1974, recibió muchos aportes suyos. Recuerdo que también hizo precisiones en obras hidráulicas, círculos infantiles, escuelas y cines; siempre aconsejando con celo emplear sólo los recursos necesarios y recomendando con el ahorro, rigor en el control; y cuando una vez alguien quebró esa disposición, mi memoria guarda su determinación firme, serena, recta, con la misma humildad de palabras que llegaba cada día en aquellos encuentros telefónicos. Era un espíritu desprendido de sí, agotado de entrega hacia los demás, pero cargado de optimismo, de fe en el futuro, de crédito en el hombre, de que mañana todo será diferente. Ella traía la estrella en el corazón y en el alma: por eso Celia permanece ante mí, en la sangre como en la memoria.
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